Archive for the ‘Machu Picchu por el Nevado del Salkantay’ Category

MACHU PICCHU…LUZ Y GRANDEZA

agosto 11, 2008

1° parte: CUZCO… UN PASO HACIA EL MACHU PICCHU

Y por fin aquel día había llegado. Por tanto tiempo soñado, sin duda era ese un momento muy especial. No recuerdo cuantos años tenía la primera vez que vi esa foto típica y tan conocida de aquel lugar fantástico, pero recuerdo bien que desde entonces supe que algún día andaría por esa ciudadela que descansa imponente y airosa en la cumbre de una montaña llamada Machu Picchu («Montaña vieja» en quechua), y al pie de ese otro pico tantas veces visto, el Huayna Picchu («Monte Joven»)
Era 10 de septiembre de 2006, de madrugada, aún más temprano de lo necesario, cuando el taxi nos llevaba a Jessica, a Ceci y a mi ya camino al aeropuerto de Ezeiza. Como siempre había preparado mi mochila a último momento, pero allí estaba, bien cargada y dispuesta a días de aventura, protegida por aquel petate negro que por tantas «Montañas del mundo» habría andado (gentileza de «Adri Sánchez expediciones»).
Apenas pasado el mediodía llegamos, escala mediante en Lima, a nuestro destino final: Cuzco. Retiramos nuestro equipaje y salimos en busca de quien nos esperaría en el aeropuerto y que jamás llegó. Hacía calor. Estábamos cansadas del viaje y ya percibíamos el esfuerzo de nuestros cuerpos para habituarse a esos nuevos 3400 m.s.n.m. Sabíamos de altura así que no nos desesperamos. Conocíamos ese ritmo algo más lento y también qué hacer. Bebimos mucho liquido y decidimos pasar las primeras horas lo más relajadas posible, sabiendo que contábamos con 2 días de aclimatación antes de comenzar nuestro deseado camino. Un taxi nos llevó hacia «Mallqui», nuestro hostal en Cuzco, sencillo, cálido y bonito y de una atención excepcional. Apenas habíamos andado desde el aeropuerto hasta el centro y ya podíamos sospechar de qué se trataba andar por Perú: todo tenía un precio y siempre podía pelearse; el regateo no faltaría jamás; y pocos cumplirían con el trato comercial.
Una vez acomodadas y, dado que la ansiedad daba dura batalla a la altura,  decidimos caminar las pocas cuadras que nos separaban del centro y comenzar a recorrer esa pintoresca y bien turística ciudad. El color de esas calles, entre edificios y plazas que aún conservan un aire precolombino, construcciones coloniales y cantidades de iglesias que se mezclan con turistas de todas partes del mundo, da al lugar una atmósfera especial. En medio del ruido y de la fiesta hace eco un dejo del pasado; huele a ruinas y a reconstrucciones…a excentricidades y a simplicidad…Sabe a grandeza, a inteligencia y a fuego…a esclavitud, a tierra… Pueden sentirse el temor y la inocencia…Vibra una  devastada libertad.
Luego de una cena típica volvimos al hostal para descansar. Nuestro plan de aclimatación incluía al día siguiente un recorrido a pie por las ruinas cercanas al lugar.

2° Parte: AVENTURA HACIA EL MACHU PICCHU POR EL NEVADO DEL SALKANTAY

El 12 de septiembre comenzaba  nuestra gran travesía. Bien temprano partimos en busca del micro que nos llevaría a Mollepata (2900 m.s.n.m.). Habíamos elegido no tomar el camino del Inca tradicional -ya demasiado turístico, copado y comercial- sino hacerlo a través de la caminata al Nevado del Salkantay, algo más rustico y más alto. Y habíamos contratado para ello una especie de servicio que incluía guía, botiquín y oxigeno, cocinero, comida, trasporte a Mollepata y carpas. Pues bien, Don Germán y su compañero Lázaro, su riquísima comida y sus carpas hicieron que el pago valga la pena. La guía, el trasporte (supuestamente privado) y demás, dejaron mucho que desear.
El micro que nos llevó a Mollepata parecía a punto de desarmarse. Sobrevendido, con lugareños  parados,  apiñados hasta lo imposible, llevaba entre su carga, al lado de nuestras arrojadas mochilas, frutas, verduras, quizá hasta gallinas y quien sabe qué cosas más. Temíamos por nuestro equipo pero no podíamos más que confiar.
Nuestra guía paso tan inadvertida que ni el nombre recuerdo. Lidia, creo. Apenas superaba la mayoría de edad. Caminaba rápido acostumbrada a la altura.  Vestía jeans y llevaba una mochila de mano en la que no tenía ni siquiera una aspirina. Nada sabía de males en la altura ni de primeros auxilios; ni siquiera conocía los nombres con que, seguramente,  habrían bautizado a alguno de todos esos imponentes picos por los que le pregunté en el trayecto. Le tenía miedo a las arañas, a las vichas y hasta a las vacas. Y más adelante descubriríamos que tampoco conocía el camino.
En Cruzpata, a 3200 mts. de altura, nos cruzamos con Don Germán, Lázaro y sus mulas. Y recién en Sayapata, a unas dos o tres horas de recorrido paramos a almorzar.
Párrafo aparte merece Don Germán. Un sol. Generoso y simpático, amable y cuidadoso, ponía especial atención en nuestras comidas. Se preocupaba porque no nos faltara nada y porque estuviéramos bien alimentadas e hidratadas. Lázaro también cuidaba de nosotras. Don Germán nos contagiaba su inagotable entusiasmo, su amor por la montaña; Y sus consejos e indicaciones fueron de gran utilidad allí arriba.
Continuamos caminando por pueblos altos y llegamos a Soraypampa, a 3850 m.s.n.m., donde nos esperaba el primer campamento.
Y allí, en Soraypampa, las primeras nauseas aparecieron en la altura. ¿De quien? Para nuestra sorpresa fue nuestra guía la primera y única en descomponerse. Y a Dios gracias nosotras si teníamos botiquín y pudimos convidarle con un riquísimo blister de Reliveran.
La jornada siguiente comenzó temprano. A las 7 de la mañana ya desayunadas nos dispusimos a caminar. Lidia estaba recuperada y corría en las alturas sin detenerse y sin considerar que tanto Jessi como Ceci necesitaban ir un poco más lento pues aparecía el agotamiento y querían evitar descomponerse. No se preocupaba en parar ni a descansar ni a hidratarse ni a comer. Cada tanto le pedía por favor que esperara a las chicas  y parecía hasta molestarse. Mi paciencia estaba llegando al límite y la cara de Jessi comenzaba a trasformarse. Transitábamos así nuestra subida del Apacheta y llegaríamos entre risas, cruces y asombros a 4590 m.s.n.m.
Una vez allí por fin si nos detuvimos a descansar. Desde aquel lugar podía apreciarse al imponente Nevado del Salkantay, una hermosa montaña de 6264 mts. de altura cubierta de nieve que venía ya acompañándonos a lo largo del recorrido; y también las montañas Humantay y Huayanay, río blanco, pequeños lagos y morenas.
Aún faltaban algunas horas para el almuerzo que nos esperaba en Huayracpunku. Durante ese día  descubriríamos qué tan poco sabía nuestra acompañante. Cada tanto me preguntaba por donde creía que continuaba el camino y yo, que en mi vida había pisado Perú, aprendía a no salir nunca más sin waypoints, mapa o alguna otra información relevante. Afortunadamente las tres conocíamos la montaña y lejos de asustarnos, tal situación nos enfadaba pero más nos divertía.
Nos desviamos del camino por culpa de una vaquita que asustó a nuestra querida Lidia. Y entonces si no supo más por donde seguir. Me preocupaban las chicas que venían bien pero necesitaban andar a otro ritmo y no desgastarse innecesariamente. ¿Será por allí o por allá? En algún momento ya colmada le pedí que me aguardara y me adelante a buscar a  Don Germán y Lázaro para evitar que el resto anduviera sin sentido hacia el lado equivocado. Cuando los vi, me volví solo un poco y les hice señas a las demás.
Después del almuerzo nos esperaban algunas horas más cuesta abajo para acampar en Rayan-Niyoc a 2890 m.s.n.m. O Chaullay 2920 m.s.n.m. Lo hicimos en el segundo, después del momento más sublime de nuestra ya irónica aventura.
El trayecto se hizo lento y Lidia estaba enojada con las chicas porque caminaban despacio. Ella fastidiaba, complicaba el recorrido y llenaba el ambiente de incertidumbre pues no sabía para donde ir; la manera que encontró de salir de semejante aprieto fue culpando a las demás.   Fue cuando  debíamos atravesar un estrecho pero extenso  sendero al borde de una especie de caída libre, muy llena de vegetación, que  nos abrazó una oscura noche. Las tres sacamos nuestras linternas frontales y Lidia su linterna de mano. Me pidió que me adelantara intentando parecer amable y preocupada, y me sugirió que caminara primera para que ella pudiera ir un poco más despacio y detrás con las chicas. Poco tardamos en sospechar y confirmar que tenía un pánico total y que ahora era yo quien abría camino.
Por fin llegamos sanas y salvas. Y podemos afirmar, para quien quiera intentarlo,  que es muy directo, hermoso y fácil ese recorrido, contando tan solo con algunas pocas indicaciones.
Don Germán estaba preocupado y se emocionó al vernos. Se me caen unas lágrimas al recordar su dulce mirada; la manera entusiasmada y tímida en que vino a sentarse a comer junto a nosotras cuando por fin pudimos convencerlo de que así lo hiciera. También Lázaro me emociona y los recuerdo a los dos con mucho cariño.
El día 3 partimos a Uscamayuc, atravesando un lugar de Selva alta llamado Ceja de Selva. Es un camino de variada vegetación, diferentes frutas y flores, plátanos, café y escondidas plantaciones de coca.
De pronto apareció frente a nosotras una asombrosa cascada de agua caliente. Un paraíso a nuestros pies. Corrimos, atravesamos ese angosto puente flotante que nos separaba del agua y nos dimos un deseado y reparador baño termal.
Continuamos hacia Wiñaypoq donde paramos a almorzar y seguimos rumbo a Santa Teresa a acampar, pero esta vez lo hicimos en la caja de un camión junto con otros pasajeros y una bolsa con quien sabe que pero que se movía y mucho. Una vez allí visitamos otros cercanos baños termales en donde nos dimos un nuevo  chapuzón. De no ser por los inoportunos y millares de mosquitos y los frascos de shampoo que desfilaban por las termas, ese hubiese sido otro increíble baño.
En Santa Teresa comimos en un bar y compartimos lindos momentos con la gente del lugar. Faltamos a una fiesta que parecía divertida y  desde mi bolsa de dormir y hasta avanzada la noche escuche los sonidos de un fuerte  reggaeton,  muchas risas y más  bocinas.
El cuarto día nos esperaba la Oroya y un cruce del río emocionante. Del otro lado nos despedimos de Germán. Lázaro ya nos había dejado en la anterior parada.
Continuamos las cuatro rumbo  al  pueblo de la Hidroeléctrica a 1870  m.s.n.m. Luego del almuerzo partimos bordeando las vías del ferrocarril hacia Aguas Calientes. El recorrido es fácil y solo debe tomarse el recaudo de conocer el horario en que pasará el tren para hacerse a un lado del camino.
Por la tarde llegamos a Aguas Calientes. Una preciosa ciudad a 2000 m.s.n.m. donde tuvimos todos los placeres a disposición, excepto «agua caliente» en las duchas. La situación con nuestro intento de guía ya no resistía y eso colapsó nuestra relación. Así y todo, y quedando cada uno de los pormenores atravesados ínfimos frente a aquello tan especial y hermoso que aún estábamos por vivir, compartimos con ella la última cena.
Al día siguiente amanecimos bien temprano y, sin Lidia que ya estaba resignada, partimos por fin hacía el Macchu Picchu. Mis pies corrían en tan enérgico escenario. No quería detenerme. Solo quería llegar. Mi corazón palpitaba. Desde niña había tenido ese sueño y ahora estaba muy cerca de vivirlo. Pisé entusiasmada cada uno de los escalones de piedra hacia ese santuario y, cuando pude, corté camino siguiendo a la gente del lugar.
Y entonces una lágrima recorrió mi mejilla…Por fin posó frente a mis ojos esa ciudadela imponente y airosa que descansa sobre aquella conocida montaña. Imposible expresar con palabras esa sensación tan impactante y magnifica. El tiempo parece detenerse y, en un súbito suspiro,  volverse  hacia atrás. La astrología, la agricultura, la inteligencia y la perfección, la espiritualidad y  la grandeza desfilan ante los sorprendidos corazones de quienes se atreven  a correr el velo de misterio que se ha tejido a su alrededor para inspirar altas dosis  de energía.
Una vez todas  arriba,   recorrimos la ciudadela entre relatos y fotos. Más tardes, llenas de admiración y de una profunda alegría, nos dirigimos hacia la cumbre del Huayna Picchu.

Enérgica, corrí hacia esa cima  y,  sin detenerme jamás,  di cada paso hacia lo más alto. Desde arriba disfruté de la vista más hermosa de ese paraíso de otra dimensión. Me recosté sobre la piedra más alta y,  contemplativa, profunda e invadida por la libertad más intensa que jamás hubiera sentido,  toque con mis manos el sol.
AL

(Si alguien quiere intentar este camino no dude en pedirnos los datos de contacto de Don Germán. Creo que, de poder ubicarlo, con su hermosa presencia, alcanza y sobra para una aventura perfecta)

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